En mis tiempos ser chato era un defecto. Es cierto que ser narigudo tampoco era ninguna ganga. Pero un ser humano (casi) sin nariz eran una gran desgracia para un varón y un apocalipsis para una mujer. Así las cosas un verdulero valenciano presume de un minúsculo apéndice nasal y de estupendas naranjas, uvas y alcachofas. El negocio es el negocio.