Hubo un tiempo en que se descubrian delitos y criminales gracias a la fotografía. Alphonse Bertillon fue el pionero. Weegee el fotógrafo estrella de la fotografía criminal de mediados del siglo XIX en la ciudad de Nueva York. Julio Cortazar describió de forma magistral en Las babas del diablo como un fotógrafo aficionado descubre casualmente un crimen paseando con su camara. Antonioni llevó al cine el cuento de Cortázar en Blow-up.
En nuestros días son las fuerzas de seguridad las que detienen a fotógrafos y personas que gestionan fotografias acusándolos diversos delitos y faltas. En el siglo XXI el fotógrafo ha pasado de ser un pesado a un presunto delincuente. El problema se agrava en los países donde la democracia brilla por su ausencia.
Yo por si acaso continúo fotografiando con alevosía y escuchando a Luis Eduardo Aute con devoción. Ya saben donde encontrarme.