Los padres dejaron con su abuela Norma a Raquel de cinco años, a Ainhoa de cuatro y a Israel de tres. Los niños lo pasaban estupendamente escuchando los cuentos de princesas, hadas y sirenas que les contaba la buena señora. También disfrutaron pintando con lápices de colores. Lo mejor fue la merienda con leche, galletas y chocolate. Con los labios manchados de cacao pidieron ver la tele. La anciana les puso un video de Heidi, la serie que ella veía de niña. Tanto se entusiasmó que los mofletes se le enrojecieron. Horrorizada comprobó que iba empequeñeciendo hasta igualarse a sus nietos. De pronto comprobó que no podía hablar, ni moverse; se había transformado en una muñeca.