En mis lejanos tiempos escolares nos castigaban por hablar en clase. A mi me toco copiar muchas veces la dichosa frase. La generación anterior a la mía se llevó, además, castigos corporales. Ahora los niños son castigados por utilizar el teléfono móvil o la tableta en clase. Suele estar particularmente perseguido tomar fotos y subirlas a las redes sociales.
No tengo claro como acabará todo esto. ¿Hasta que punto la represión de fotografiar en los colegios equiparará tomar fotos con fumar cigarrillos, beber alcohol o decir palabrotas?