La mañana era gélida, lluviosa y pesada. La chaqueta y los zapatos de Gore-Tex fueron mano de santo para afrontar el riguroso otoño que se nos ha caído encima. No me gusta jugar a la lotería. Pero recoger el resultado de una biopsia siempre resulta azarosamente inquietante. Estaba tan acojonado que no pude probar bocado hasta conocer el resultado. Las palabras del cirujano me sonaban más o menos, pero no entendía su significado. Con una amplia sonrisa el señor doctor me dijo que la lesión no dejaría secuelas. Estaba curado. No sabía si reír o llorar. Sonreí discretamente y agradecí al personal sanitario su trabajo.
Había aprovechado el tiempo de espera para ojear el diario y leer varios carteles que trataban de los problemas de los trabajadores del Hospital de la Vall d’Hebrón. CATAC y CGT eran los sindicatos que más se movían y se mojaban. Protestaban, entre otras cosas, contra la sobrecarga de trabajo, la denegación de reducción de jornada maternal, el copago, la externalización de servicios y la reducción de plantilla.