Durante toda mi vida he tenido y tengo crisis, problemas y malos rollos. Tengo la fatal certeza que una de esas crisis acabará conmigo. Espero que sea rápido y no sufra demasiado. Pero los medios de comunicación hablan de una crisis socioeconómica que evoca la de 1929. Tal vez tengan razón. Pero el “bienestar” de los últimos años era un espejismo. No hace falta ser premio Nobel de economía para darse cuenta que el sistema no podía continuar. Tal vez el comunismo sea un sistema inviable, pero el capitalismo puede seguir sus pasos. En el planeta tierra sólo tienen “vidilla” los llamados países desarrollados. El resto vive en una crisis permanente. Para el tercer mundo la crisis de los países ricos es cien veces mejor que su miseria permanente.
Hacerte mayor es un poco entrar en una crisis perpetua. La madurez excesiva está mal vista. Tus canas y otras huellas del paso del tiempo te arrinconan del mercado laboral y de gran parte de la vida social. Tus achaques se convierten en un hijo tonto al que debes dedicar cada vez más esfuerzos y cuidados. Percibes que con tus ideas y tus proyectos no vas a ningún sitio. Es más importante tener un buen trabajo y buenos contactos que un doctorado y un montón de publicaciones.
El tiempo pasa demasiado deprisa y cada vez cuesta adaptarse a cambios que a veces están bien y en otras ocasiones son cuestionables. A nuestro cerebro le pasa un poco como a nuestro cristalino que se endurece y cada vez le cuesta leer más de cerca o asimilar la vertiginosa realidad. De momento no existen gafas ni otros tratamientos para que podamos digerir el presente sin indigestarnos. El pasado es sólo recuerdo y el futuro es un abismo en el que mejor no pensar demasiado.
La vida sin solidaridad, amistad y amor no tiene sentido. Trata de ser feliz y busca siempre la verdad sin dogmatismos ni prejuicios.