martes, 24 de marzo de 2015

Ante las fotografías de los demás

Los fotógrafos no podemos evitar mirarnos demasiado al ombligo. Tendemos a valorar nuestras propias imágenes como de gran valor artístico, documental o profesional. Sin embargo, nos cuesta más trabajo reconocer la valía de las fotografías ajenas. Ante las fotografías de los demás tendemos a formar dos bandos. Las que no valen nada o casi nada, y aquellas que son dignas de imitar (o copiar descaradamente) en algún aspecto o en su conjunto. Por eso ser jurado, crítico o historiador de la fotografía resulta una labor tan difícil. Nuestra presunta erudición hace que solamos compararnos favorablemente con Richard Avedon, Cartier-Bresson, Garcia-Alix o Fontcuberta. Por eso se hacen necesarios cursillos de humildad fotográfica para tipos como el que escribe este texto y seguramente también mis mejores lectores. Pongamos los pies en el suelo, y yo el primero, y reconozcamos que muchos enterados nos ahogamos en nuestra mediocridad y aveces en nuestro propio vómito.