En mis tiempos no existían destornilladores o llaves inglesas para niños. Eso sí, ya había ositos de peluche. Mi infancia estuvo sobrada de pistolas y trajes de El llanero solitario. Seguro que con estas herramientas de plástico los miembros de mi generación hubieramos desarrollado más y mejor las habilidades psicomotrices.