Los trenes españoles, y los catalanes en particular, se están volviendo cada vez más torpes y peligrosos. La causa principal apunta a los malditos recortes. Por eso viajar en tren resulta un agridulce cóctel de tristeza y alegría.
Nuestra existencia no deja de ser un largo y atrotinado viaje en un vagón de tercera. Tenemos la certeza que el final de viaje será trágico y la necesidad de teñir con gotas de felicidad y trayecto plagado de obstáculos. Buen viaje.