jueves, 24 de junio de 2010

Pequeña y cálida vagina

Sabía que aquella sería la última vez harían el amor. La tristeza y cierto malestar no le impidieron disfrutar a tope. Tras un festival de besos, caricias y abrazos penetró la pequeña y cálida vagina de su amada. Se corrió de forma lenta y placentera, pero agonicamente triste. Esta vez no hubo segunda parte, pero si tiernos besos y abrazos y un dolor sordo e insondable que le aseguraba que no volvería a besar unos labios tan dulces, ni penetrar una vagina tan receptiva.
No hubo malas caras, ni reproches. Pero si muchos silencios y largas miradas de duda e incomprensión. La relación se acababa sin tragedias, pero con demasiadas preguntas sin respuesta.
El dolor más intenso se presentó pasados algunos días. Después creció y creció. La nostalgia por la amistad y la ternura perdida le enloquecían. Cuando te quedas colgado de alguien no puedes desengancharte así como así. No es fácil olvidar. Le horrorizaba tener tan buena memoria. Recordar los buenos momentos pasados puede ser insoportablemente masoquista.