Casi nunca nos fijamos en ellas. Pero las sombras están ahí casi como nuestro Ángel de la guarda. Varían con la intensidad de la luz y se diluyen en la oscuridad. Nuestra sombra forma parte de nosotros mismos. No pesa, ni habla, ni llora, pero ocupa espacio y tiene unos valores y sentimientos que son los contrapuestos a los nuestros. Sin sombra no seríamos nada, ni nadie, estaríamos muertos. Respetemos y amemos a nuestra sombra como si fuera parte de nuestra familia, como si fuera una parte más de tu cuerpo.