Starbucks
Estamos en este mundo para tratar de ser originales. Por eso esta mañana he decidido darme una vuelta por Sant Andreu y tomarme un café en el Starbucks de La Maquinista. No tomaré ninguna pasta, pero de alimento espiritual leeré el capítulo Un café perfecto (pags 235-252) de Günter Wallraff (2010): Con los perdedores del mejor de los mundos. Anagrama, Barcelona. Este texto está dedicado a la cadena norteamericana/multinacional Starbucks.
El paisaje humano de la cafetería Starbucks de La Maquinista es muy diferente al de otros centros de Barcelona. Apenas hay turistas. Los clientes son en su inmensa mayoría autóctonos o inmigrantes poco afectados por la crisis. Por eso no se observan carteles en inglés. La cata está redactada en la lengua propia de Catalunya. La decoración es similar a la de otros locales de la empresa. Sin embargo sirven por defecto en tazas de porcelana. Los vasos desechables quedan para los turistas y para los nostálgicos (que los hay) del American Way of life). La música ambiente es muy agradable para un amante del jazz. Lástima que la cafetera y algún que otro artilugio castiguen mis oídos de vez en cuando. A pesar de la crisis los precios de los café continúan subiendo. Hace algún tiempo se podía tomar un café con leche pequeño por 1,90 euros. Pero ahora cuesta 2,70 euros. Lo mismo que el capuchino que me acabo tomando. El tamaño grande tiene un suplemento de 50 cm de euro. De tu cuenta corre endulzarlo con azúcar blanca o morena o tunearlo con vainilla, canela, nuez moscada o chocolate en polvo.
Me siento en una mesa ajedrezada pero no me hago ilusiones de jugar ninguna partida de ajedrez. Estoy aquí para tomar notas para una entrada para mi blog. Lo primero es lo primero y saboreo el capuchino mientras ojeo la prensa. Es difícil ponerle críticas. Está muy bueno, y disfruto cada sorbo tal como he saboreado la mayoría de productos de la empresa.
Tras el café, la lectura. El texto de Wallraff es duro, muy duro. A destacar la generalizada explotación del personal. El modelo es el de las hamburgueserías y los salarios en plan de señora de la limpieza. El autor te acaba transmitiendo mala conciencia. Con cada café contribuyes a una explotación laboral diabólica y a unos sueldos de mierda. Conclusiones la calidad es buena y el ambiente agradable. El café te cuesta el doble que en otros lugares y los trabajadores están tan explotados como la mayoría del sector. Me quedo con las ganas que el camarada Günter me recomiende alguna cafetería que respete los derechos de los trabajadores. Tal vez por eso un servidor tenga demasiada afición a preparar tes, infusiones y cafés con leche en su casa.