martes, 29 de marzo de 2011
Un bonito viaje en un tren de cercanias
Los incívicos circulan con fluidez por los trenes de cercanías. Los más descerebrados manchan con pintadas los asientos y se creen que son algo más que basura. Para mi gusto sobran carteristas, músicos de hits de los años 70 y mendigos que se lo gastan todo en heroína. Mientras escribo me pregunto por qué tomé la foto con el móvil teniendo una cámara de 10 megapixels en el bolso. Sin duda por llamar menos la atención y por la seguridad de que la foto saldría bien para publicar en mi blog. Por otra parte aunque hubiera realizado una obra maestra no la compraría el MNAC. Seguramente tampoco aceptarían ninguna donación de un tipo sin nombre como yo.
El tren está repleto de gente resfriada, abundan los rostros soñolientos, cabizbajos, cansados, altaneros y desencajados. Hay miradas de esperanza, de inquietud, de deseo y de perplejidad. Me perturba la intrigante mirada de una mujer de ojos rasgados. Parece que mire de reojo lo que escribo. Pero mi letra de médico no la entiendo ni yo. Como siempre pocos lectores y un loco que escribe.
Hay sonrisas, silencios, diálogos en vivo, por el móvil, por sms y por internet. Hay hambre y hastío, demasiado miedo y mucha amargura, coquetería, inquietud, más hambre. Sobre todo hay sobredosis de móviles: fetiche, crucifijo, amante, amigo, esperanza, juguete, joya, bola china...
El tren se vacía. Llegamos a nuestro destino o el destino llega a nosotros. Nos escupe con una violencia y una amargura destemplada. La tensión está a punto de estallar. Bajamos del tren.