A Luis los recortes del gobierno de los mejores le habían afectado de lleno. A los cincuenta años se quedaba sin trabajo. Atrás quedaban veinte años inventariando un archivo fotográfico que salió de Cataluña expoliado por los franquistas y regresó con la democracia. Dejaba huérfana una colección a la que había dedicado una tesis doctoral y en la que era una autoridad. Pero las normas eran inflexibles. Los interinos de la administración autonómica a la puta calle. “Hay que ahorrar por el derroche del tripartito” decían los voceros del gobierno.
La angustia, la tristeza y la depresión le devoraban. No tenía ganas de nada. A trancas y barrancas iba solucionando el día a día. Funcionaba con un piloto automático que le igualaba a un zombi o a un autómata. La compañía de Ana le sentó de maravilla. Su presencia, su conversación y sus caricias lo tranquilizaron. Sin embargo estaba bloqueado. Era incapaz de hacerla el amor y desde luego de tener una buena erección.
Ana le trato con suavidad y ternura. Le colmó de besos y caricias suaves y le practicó una felación que le ayudó a descargar la rabia acumulada. Ella le confesó que estuvo a punto de llegar al orgasmo cuando su semen le inundó su boca y percibió la sensación de felicidad y tranquilidad de su pareja. El sexo por compasión puede llegar a ser muy placentero. Desde aquel día Luis la quiso un poco más.
Epílogo: Luis pleiteó con un prestigioso colectivo de abogados y acabó recuperando su trabajo y su querido archivo fotográfico. Ana se vio recompensada con prácticas sexuales que la volvían loca de placer. Pero este tema será tratado en otra entrada del blog.