Los cerdos y los seres humanos parecen condenados a una perpétua desconfianza. Los hombres temen al colesterol porcino, muchos lo consideran un animal sucio y bastantes lo tienen por tabú y animal impuro. Los marranos piensan lo peor de lo peor del hombre. Para ellos no son más que sanguinarios asesinos. Es cierto que algunos chanchos sirven de mascotas y ahí está la serie de películas sobre Babe el Cerdito Valiente. Pero la mayoría de los animales políticos lo más que hacen es admirar un buen jamón ibérico o unos pies de ministro con caracoles.