Todas las despedidas son tristes. Especialmente cuando parece que son para siempre. Oscar y Leticia se despidieron haciendo el amor con la idea de que les quedará un buen recuerdo de su relación. Ella regresaba a Ecuador con su marido y él se quedaba más sólo que la una. Su último beso fue en la mejilla, justo como el primero que se habían dado seis meses antes. Oscar no olvidaría nunca aquel beso triste y aquel orgasmo descafeinado. Pero puestos a recordar prefería evocar las ilusiones que compartieron, los restaurantes que visitaron, las películas que vieron juntos y las noches de sexo, ternura y esperanza.
Dos años después quedaron para tomar un café. Ella regresaba a España separada y con un trabajo bastante bueno dadas las circunstancias, él le informó sus inquietudes profesionales y personales y de su nueva pareja. No se han vuelto a ver desde entonces...