Supongo que me equivoco y peco de meter en el mismo saco a la religión, el nacionalismo, el fútbol y la gastronomía. Por educación debo respetar todas las posturas. Incluso a quienes prefieren el café torrefacto al té a la menta. En cuestiones identitarias me pasa lo mismo que con la religión y el fútbol, no creo en nada. Asumo mi ateísmo y mi anacionalismo como un crimen y una herejía. Pero esto es lo que hay.