Creo que mi fotografía no revela con justicia la calidad y la nobleza de la tapa de madera de taza de WC. Al verla daban ganas de defecar allí mismo. O al menos de cambiarme por decreto ley la taza de mi lavabo. Y sin embargo ya ven los lectores el destino cruel y falta de urbanidad de un propietario que tiene el doble mal gusto de deshacerse de una cuasi obra de arte y de tirarla en medio de la calle. Sucedió en Madrid el 16 de febrero, en los alrededores del Museo Reina Sofia, pero pudo pasar en cualquier otro sitio.