Ambas me dan un repelús insufrible. Personalmente elijo la anarquía y la vida. No me fío de quienes me prometen el cielo en la tierra patria o en el mismo infierno. No creo en las patrias eternas ni en la vida eterna. No creo en nada. Ni siquiera me fío demasiado del autor de este blog que es un descreído antipatriota. Pero que, más o menos, cree en la razón, la amistad, el placer, el amor, el dolor, la enfermedad y la muerte.