lunes, 6 de mayo de 2013

Mini vacaciones

Llegué empapado, muerto de sueño y de sed a la estación Sant Andreu Arenal. Afortunadamente el tren llegó en seguida. La sed la soluciono con un zumito de naranja. El sueño y la humedad tienen peor remedio. Pero es cuestión de tiempo. Tiempo para dar una cabezadita y para que se seque la ropa. El vagón está casi vacío, cargado de silencios, sueño, sueños y pesadillas. Los viajeros cargan bolsos, mochilas y maletas más o menos pesadas. Las papeleras están limpias, la calefacción en su punto. El ruido de fondo y las vibraciones como siempre. En Arco de Triunfo entran varios jóvenes que regresan de juerga. Uno de ellos está particularmente borracho. Sus tonterías desatan la risa fácil en sus achispados acompañantes. Repiten mucho “da igual”.

La estación de Barcelona Sants está sobrada de mendigos, goteras y de vendedores que te ofrecen chicles o caramelos al comprar la prensa. También hay viajeros solitarios, parejas imposibles y familias felices. Mientras desayuno en una cafetería mi vecino se maneja con tres móviles o algo parecido a la vez. Tal sobredosis tecnológica me produce sudores fríos, mareos y ganas de orinar.

Buscar mi vagón es una tarea que excede mis desgastadas neuronas. Sin azafatas, con sueño y con la vista cansada me resulta muy complicado discernir que el coche número 15 va detrás del número 10. Felizmente lo encuentro por puta casualidad. El viaje hasta Valencia deviene rápido y cómodo. La lectura de Espejos de Eduardo Galeano me ilumina, pero no consigue quitarme el sopor de un madrugón y del sueño atrasado. La estación de Joaquín Sorolla-Jesús me recuerda dolor y muerte inútil y un silencio comprado. Pero todo va bien. El tren viene pronto y tengo tiempo de empalmar con el ferrocarril de cercanías de San Isidre. El viaje resulta algo incómodo pero sin incidentes. En Camporrobles me espera una nevada y bastante frío. Mi cuerpo se resiente, pero resisto. El tiempo mejora y yo también. Han sido unos días de descanso con bastantes fotos, algunos dibujos, buenos paseos, hermosas poesías nerudianas y noticias demasiado inquietantes. Regreso con las pilas bastante cargadas y con la sensación de que la batería está algo gastada. Me esperan mis seres queridos, una exposición y demasiada rutina.

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