jueves, 20 de diciembre de 2012
Limpiacristales en aerosol
Leía con mucho interés y de vez en cuando tomaba notas con un lapiz rojo en una pequeña libreta azul con espirales. Vestía una camiseta de manga corta y un pantalón marrón. Tras su silla, una chaqueta oscura. A sus pies una mochila gris. Llevaba una pequeña pulsera en cada muñeca. Recogía su largo cabello entrecano con una coleta. La piel de su rostro estaba salpicada de rojeces y surcada de arrugas. No era una mujer joven. De vez en cuando nos regalaba amagos de sonrisas y gestos incomprensibles. No sé hasta que punto hablaba sola o leía en voz alta. Sin duda estaba trastornada. Pero daba menos miedo que muchos gestos, miradas y declaraciones de Esperanza Aguirre, Ana Mato o Nuria de Gispert. Lo más sorprendente es que en la mesa de la biblioteca de Can Fabra convivían en extraña armonia un libro, una libreta de notas, un lápiz, sobre de tabaco de liar, una litrona de Ice Tea y un limpia cristales con pulverizador. A todo esto los diarios que ojeé no traían más que malas noticias. Sin embargo, la más impactante y negativa era de carne y hueso.