A buen seguro Bertolt Brecht escribiría algo infinitamente mejor que mi texto. Pero tras leer su escrito “Si los tiburones fueran hombres” me motivó escribir estas líneas:
¿Qué pasaría si los políticos, los empresarios, tiburones de las finanzas y banqueros general, la nobleza, los famosos, los mafiosos, los traficantes de personas, los traficantes de drogas, y los hombres ricos y poderosos en general se volviesen de la noche a la mañana pobres de solemnidad, parados de larga duración, jubilados con pensiones misérrimas, enfermos atrapados en una lista de espera y el copago, hipotecados asfixiados, desahuciados y cosas semejantes?
Seguramente los nuevos pobres verían las cosas de otra manera. Les sentaría fatal abusar de la comida basura y de recoger comida en contenedores y papeleras. Dejar sus lujosas mansiones por modestas viviendas, apestosas chabolas o la puta calle les agriaría el carácter para siempre. Seguro que dormirían fatal, se despertarían peor y pasarían el resto del día amargados, hambrientos, rabiosos, desorientados y desasosegados. Cambiar su ropa de marca por saldos, ropa de segunda mano o harapos les haría descender demasiados peldaños en el infierno de la miseria. El descuido y la suciedad aflorarían tarde o temprano. La enfermedad no tardaría en llegar. Atrapados horas o días en los servicios de urgencias, perdidos en listas de espera y sin recursos para comprar medicinas acabarían criando malvas más pronto que tarde.
Escaldados ante tanta escabechina seguro que los ex-ricos y ex-poderosos supervivientes tratarían de poner remedio a sus lacerantes males. A buen seguro que tratarían de tomar medidas que activasen la economía sin generar más paro y que fomentarían los recursos para que los más desfavorecidos dispongan de un colchón de recursos asistenciales satisfactorio.
Todo esto y algunas cosas más sucederían si los ricotes empobrecieran súbita y fatalmente.