El tiempo nos acaba oxidando como un viejo termómetro. Todavía funcionamos, marcamos la temperatura y lo que haga falta. Pero nos ven gastados y sucios. No nos damos cuenta y estamos pasados de moda, rancios y un poco bordes. Rebosamos sabiduría y artrosis, experiencia y escepticismo, dolor y sentido común, cansancio y maestría, deseo y desesperanza.