Hubo un tiempo en que fotografiar era sinónimo de consumir. Las cámaras, las películas, los revelados, los positivados, las clases, los libros, las revistas... Ahora el fotógrafo aficionado de baja intensidad lo tiene casi todo gratis. O al menos lo integra en los gastos generales de telefonía móvil, internet y ordenador personal.
Desde luego los profesionales y los aficionados avanzados contínuan siendo consumidores de cámaras, accesorios, programas, ordenadores... Pero su número y su relevancia económica es muy pequeña.