El regusto amargo del fracaso es el pan de cada día que la mayoría de los fotógrafos debemos digerir día sí y día también. En realidad el éxito es la excepción. Una excepción normalmente efímera y tracionera. Triunfar suele proporcionar más envidias que admiración. Fracasar es sinónimo de rechazo, de olvido y de frustración. El fracaso no hace prisioneros y transforma al fotógrafo ambicioso en un foto-cadáver; una especie de zombie cargado de malestar, torpeza y resentimiento.
Fracasar no tiene nada que ver con hacer malas fotos, ni con la mala suerte. Las estadística muestran que no hay pan para tanto fotógrafo y que lo normal es no comerse una rosca tanto a nivel profesional, de aficionado avanzado o de historiador de la fotografía. El mundo digital y la red está metamorfoseando la fotografía y el concepto de fotógrafo. Reinterpretando al poeta Ángel González tal vez deberíamos buscar "el éxito de todos los fracasos". De esta forma no nos irían mejor las cosas, pero nos sentiríamos mejor.