martes, 1 de diciembre de 2020

Vivir demasiado

Los fotógrafos que viven demasiado suelen conservar en su domicilio o en algún trastero reliquias fotográficas y hasta pre-fotográficas. El polvo, los pececillos de plata y el olor a vinagre conviven con artrósicas dolencias, presbicias desatadas y urgencias miccionales. 
La revolución digital relega la tecnología foto-química a misterio insondable. Los recuerdos de los viejos fotógrafos les parecen a los más jóvenes un tanto sucios, húmedos, oscuros y en ocasiones venenosos. No les falta razón a los nativos digitales. Exponer, revelar y positivar era una labor laboriosa y poco saludable. Pero vale la  evocar los viejos tiempos. El presente  encierra al universo fotográfico en un teléfono móvil. Y el futuro es un mundo sin fotos.