Lo encontró en el altillo de su armario ropero. Tras una cajita verde esmeralda se escondía un pijama hecho en Mataró con un 50% algodón y 50% de poliéster. La textura era suave y cálida. El diseño lo más parecido a un traje, con botones y bolsillos incluidos. Desde entonces empezó a descansar mejor. Consiguió pasar ocho horas durmiendo como un lirón. Se levantaba alegre y despejado. La calidad de su sueño nocturno se mantuvo mientras conservo el traje-pijama. Lo llevaba a lavar a una tintorería de confianza y allí le cosían los botones, le ajustaban los ojales anchos y le zurcían lo que hiciera falta. Un mal día el pijama acabó destrozado por una lavadora enloquecida. Desde entonces volvió a dormir fatal. De poco le sirven las infusiones de valeriana y las pastillas que le recetó el médico de familia. Tiene, eso sí, la esperanza de que se reactive la industria textil de Maresme y vuelvan a fabricar prendas hermosas, útiles y milagrosas.