A todo se acostumbra uno, menos a no comer.
Pero también se hace durillo dejar de fotografiar. Cuando tienes el virus fotográfico muy arraigado no dejas de hacer fotos mentalmente, de tomar notas mentales, en un cuaderno o con la cámara de una teléfono móvil. Si tienes una buena cámara seguro que plasma imágenes interesantes. Renunciar a fotografiar es como renunciar a mirar, a sentir, y a crear. No renuncies a nada y no te acostumbres a según que cosas.