Algunos negativos, algunos positivos y diversos archivos
digitales acaban sus días en el cielo de un museo, un archivo o una biblioteca. Pero lo habitual es que tras pasar una
temporada en un ambiente más o menos familiar acaben en el infierno del
abandono o de la destrucción. Las
fotografías tienen su corazoncito, su alma y sus creencias. Las hay que piensan
que su dios es el fotógrafo que las creó, otras sostienen la existencia de
diversas diosas-cámara. Desde hace unos
años ha surgido una secta que creen en los dioses-ordenadores. La última moda
son los dioses- teléfono móvil. Por
último existen los negativos y los positivos que creen en los dioses
coleccionistas, archiveros, bibliotecarios o historiadores de la
fotografía. Son numerosas las
fotografías, agnósticas y ateas. Muchas de estas imágenes descreídas se sienten
explotadas y maltratadas por fotógrafos, comerciantes y coleccionistas.
Reivindican que se las valore adecuadamente y que se las cuide cuando los años
se les echan encima. De alguna manera piden que el cielo o el paraíso sea su propia existencia y
no un mundo que nunca han visto.