miércoles, 4 de junio de 2014

Antoni Arissa, Los niños y la fotografía

“la infancia es la poesía de la vida” (A. Arissa)


La familia Arissa me informó en 1990 de la afición del artista por la poesía. No conozco poemas del fotógrafo. Sin embargo el texto que les presentamos habla por si sólo de su calidad literaria. Arissa colaboró con revistas como Criterium, Foto, Art de la Llum o el Progreso Fotográfico de la que hemos extraído el siguiente texto. Disfruten de su lectura y practiquen la fotografía de niños. JM Torres

El Progreso Fotográfico. (agosto 1928, 184-185)

Antonio Arissa, Los niños y la fotografía

La fotografía de niños es, sin duda alguna, uno de los temas más poco dúctiles para los aficionados y dificilillo para los profesionales; pero, en contraposición, es el que, por más severo que sea quien ha de juzgar la obra terminada, más complaciente se nos revela, gracias a aquella propia ingenuidad de estos pequeños modelos que, inconscientemente, con sus miradas francas, sus risotadas sanas, sus diabluras o hasta sus marranerías, cautivan al más reacio y al de más difícil satisfacer.

No conocemos fotografías de niños inexpresivas; sin efectismo en la pose, sin conciencia del momento, forzosamente respiran vida y movimiento. Aquella perenne simpatía que rebosa siempre de la inocencia, aureolada por la poca edad, sin malicias ni rencores, nos contagian una bondad no habitual y nos rejuvenecen. No será innovación decir que en momentos amargos del vivir, una mirada, una mal balbuceada frase de un infante nos substrae de toda preocupación como por arte de encantamiento. Así que nada tiene de extraño que en las Exposiciones y Certámenes sean siempre nota sugestiva y de especial atención alguna de estas fotografías que tan singularmente deshacen la monotonía y amaneramiento general. A más, los pequeños son los que mejor y con más naturalidad posan delante del operador. Si lloran, patalean o gritan, están en situación; son tan propias de ellos estas expansiones, que nunca debe doler el clisé que con tanta veracidad impresionaremos.

Nosotros admiramos la labor de los especialistas de este tema, no solamente por el mérito más o menos real que obtiene de la misma, sino por aquella simpatía agradabilísima que reúnen sin excepción todos sus modelos.

Fijémonos en los críos de nuestras amistades, en los que veamos por estas calles, preocupémonos un poco de sus haceres y convendremos que, a la par de reunir excepcionalmente aptitudes fotogénicas sin necesidad de maquillajes, coloretes, etc., todos son hermosos y extremadamente agradables.

Un paisaje, una composición o una marina pueden satisfacernos y llenar nuestro sentir, pero estamos seguros que un retrato de niños, una escena bulliciosa de infantes, donde toda atención radica precisamente en el motivo de ella, nos atraerá y subyugará mejor que cualquier otro asunto.

Invariablemente, la infancia es la poesía de la vida. Es un conjunto armónico de musicales acordes. ¿A quién de nosotros no va a gustarle la música?

Las pequeñas contrariedades que observemos en principio no debemos anotarlas al carnet del pesimismo, antes bien, han de considerarse como estimulantes a nuestro fin perseguido.

A estos apáticos aficionados, de los que conocemos muchos que no encuentran temas para gastar sus placas, hoy les brindamos uno de interminable; en cualquiera de nuestros parques o plazas, donde abundan los simpáticos modelos entre alegre algarabía, agotarán el material, pero no las ansias de trabajar a gusto, y muchísimo menos la variedad de este inagotable tema, que les proporcionará una beatífica satisfacción al contemplar su obra, bella y sublime por inocente.