Muchos son los amantes de compartir la noble afición de la fotografía con la gastronomía. Si estás anémico o bajo de peso toma nota de cuanto se explica en este documentado artículo. Si, como me temo, andas sobrado de kilos o estas en tu peso ideal, te ruego que dejes de leerme.
Asistir a inauguraciones de exposiciones, fallos de concursos, conferencias y talleres de fotografía es una bonita manera de mejorar nuestra cultura visual y de degustar tacos de queso manchego, jamón ibérico, tortilla de patatas, pan con tomate, vino peleón, cava catalán y otras delicias que alegrarán tu estómago.
Las cenas, las tertulias o almuerzos fotográficos son también una sensacional forma de charlar un poco de fotografía y demasiado de lo divino y lo humano y de ponerse tibio con toda clase de manjares.
Pasarse las tardes en casita contemplando nuestras mejores copias en papel, los álbumes de familia o nuestras fotos digitales sienta mejor con un buen refresco, una cerveza fresquita, patatas chips, frutos secos, cortezas de cerdo, empanadillas de atún, tostadas con foie-gras y cualquier otra marranada que te apetezca. Si compartes la merienda y las fotos con familiares y amigos la satisfacción suele ser mucho mayor.
Finalmente si eres aficionado a los bodegones procura seleccionar los mejores productos, una composición original, una iluminación adecuada y un buen piscolabis al acabar la sesión fotográfica.
Si con todas estas recomendaciones no engordas más de la cuenta consulta con un especialista.