domingo, 8 de junio de 2014

La fotografía de viajes


Cambiar de aires suele sentar de maravilla. Pero también descoloca bastante. Te sientes como perdido, desubicado y abandonado. De repente te transformas, según las circunstancias, en un giri, un vagabundo, un meteco, un charnego, un sucada, un morito, un negrata. O todo o nada. Viajar desequilibra la balanza. Se imponen el maniqueísmo; o dólar con patas o indeseable sin papeles.

Por otra parte, viajando con ciertos recursos te olvidas por un tiempito de una realidad rutinaria y complicada. Afrontas nuevos paisajes, nuevos rostros, nuevos acentos, nuevos olores, nuevos alimentos y tal vez nuevas amistades.

Los fotógrafos viajeros solemos sufrir una sobredosis icónica. A veces dudas entre fotografiar y viajar. A veces viajas para fotografiar y en ocasiones te dejas la cámara en casa para disfrutar del viaje.