miércoles, 30 de julio de 2014

Barcelona fotogénica por Antoni Arissa

Este texto es una prueba del amor del fotógrafo Antoni Arissa por Barcelona y sus alrededores. Debe entenderse en el contexto de una sociedad mucho menos urbanizada, que conserva entornos rurales y naturales que se han perdido para siempre y con transportes más lentos. Por otra parte Arissa era una persona que admiraba a su querido Sant Andreu y que al mismo tiempo trabajaba en Barcelona y allí se relacionaba entre otras cosas con algunos de los mejores fotógrafos de la época.

No esperen encontrar recetas técnicas de exposición o de positivado. En cambio traten de disfrutar de la visión de un autor que admiraba un espacio geográfico que era al mismo tiempo el principal escenario de su obra fotográfica. JM Torres
Barcelona Fotogénica. Por Antoni Arissa. El Progreso Fotográfico, septiembre 1928 págs 195-197

“Predomina, desgraciadamente, entre buen número de aficionados barceloneses la creencia de que para hacer clisés con fuerte interés es de imprescindible necesidad alejarse de la ciudad, alegando en favor de esta tesis lo sobado de los motivos existentes en ella, así como el limitado tema de la ornamenta.
Sentimos verdaderamente se exteriorice este concepto exageradamente equivocado, pues hemos de convenir que, gracias a la inmejorable situación de Barcelona, es uno de los pocos lugares privilegiados que, con más diversidad y sin grandes dispendios, permite, en el más breve intervalo de tiempo, cambiar, continuamente de tema.
En el propio centro de la capital vense aún, no con la diversidad que fuera de desear, una variedad de callejones que, por su antigüedad y factura, en nada absolutamente pueden envidiarse a los de muchos pueblos que gozan fama de antiguos. !En cuántos de ellos, y con sencillísimas composiciones, podrían hacerse revivir escenas de una virtud evocadora a nuestra historia el pasado siglo.!
A pocos minutos, el hoy bien cuidado Parque de la Ciudadela ofrece, también, algún que otro motivo de inspiración. A un cuarto de hora en tranvía, los magníficos jardines de Montjuich brindan interminable gama provechosa cosecha. Así, también, los parques del Guinardó y de Güell. El istilizado Cigarra de la Santa, como cosa sublime, propiedad del señor Martí Codolar, en su famosa Granja Vieja de Horta, donde tan justamente supo decir el inspirado Maquina:
“Que es mirador de los cielos
el Cigarral de la Santa.”
El neoclásico Laberinto de Alfarrás, situado, igualmente, en Horta. Ambos negligentemente descuidados a sabia conciencia, para mejor recordar sus respectivas épocas. El modernismo exquisito del señor Roig Mallafré, en su “Torre dels Pardals”, y muchísmos otros particulares.
Con los actuales medios de locomoción, en una hora escasamente, podemos trasladarnos desde los frondosos bosques de Vallvidrera y Las Planas, con su popular Rierada, a la exuberante explanada del Vallés, donde, en todas las temporadas del año, abundan los motivos para trabajar a gusto. Cuando la primavera, con su contagiosa alegría, la engalana en su naciente vegetación, o en verano, con sus dorados trigos, destacando en la inmensidad de un azul purísimo, o en el matiz verdoso de los montes circundantes; o cuando más adentrado, con sus gavillas ensartadas en hilos de oro pacientemente hacinadas por trabajadoras manos. Las batidas con yeguas, que aun muy cercan se estilan. La vendimia, en toda la diversidad de su proceso en el principio del otoño, o con sus nieblas que de su proceso en el principio del otoño, o con sus nieblas que esfuman el infinito en sus postrimerías, y, por último, las escarchas plateadas al sol naciente del invierno e incluso la desnudez característica de los árboles bajo un cielo apoteósico, son temas de por si suficientes para satisfacer al más exigente.
El “Moll del Peix”, que en alguna de sus horas tiene toda la variedad emocionadora de aquellos puertos extranjeros, que tan concienzudamente nos han dado a conocer, con magnas obras, Mortimer o Max Thoreek.
Las riberas del Besós hasta Mollet, del Ripoll y del Congost con sus primerizas nieblas bajas y la umbría de sus salcedas.
Los aficionados a la Arquitectura y Arqueología, sin alejarse, disponen de un vastísimo campo de acción. La catedral, San Pablo del Campo, Santa María del Mar, Nuestra Señora de Belén, la Diputación, San Cugat del Vallés, varias casas particulares, como la de Dalmases, etc. ¿Y las calles de nuestro ensanche en horas apropiadas? En la quietud del amanecer o en las bulliciosas del atardecer, con toda la diversidad de escenas de importante urbe. ¿Qué es lo que nos han enseñado escenas de importante urbe. ¿Qué es lo que nos han enseñado entre otros, el americano Petrocelli y el alemán Angenendt.?
Los tipos clásicos, el vocinglero vendedor de diarios, el idilio del soldado y la maritornes, las floristas de las Ramblas, el expendedor de billetes y tantísimos otros, con la posibilidad de poder aumentar considerablemente un archivo.

Solamente con el propósito de recordar hemos citado algunos de los muchos temas y bellos parajes de nuestro alrededor, en la creencia son de sobras conocidos por la mayoría de los aficionados, pero no sólo hay que conocer superficialmente su situación por haber pasado algunos momentos en ellos, sino que, con la asiduidad de continuadas visitas, sacaremos consecuencias efectivas y el verdadero conocimiento que cada uno por sí merezca, teniendo por adelantado la seguridad de que con el trato encontraremos el amigo.”