Este texto es una prueba del amor del fotógrafo Antoni Arissa por Barcelona y sus alrededores. Debe entenderse en el
contexto de una sociedad mucho menos urbanizada, que conserva
entornos rurales y naturales que se han perdido para siempre y con
transportes más lentos. Por otra parte Arissa era una persona que
admiraba a su querido Sant Andreu y que al mismo tiempo trabajaba en
Barcelona y allí se relacionaba entre otras cosas con algunos de los
mejores fotógrafos de la época.
No esperen encontrar recetas técnicas
de exposición o de positivado. En cambio traten de disfrutar de la
visión de un autor que admiraba un espacio geográfico que era al
mismo tiempo el principal escenario de su obra fotográfica. JM
Torres
Barcelona Fotogénica. Por Antoni
Arissa. El Progreso Fotográfico, septiembre 1928 págs 195-197
“Predomina, desgraciadamente, entre
buen número de aficionados barceloneses la creencia de que para
hacer clisés con fuerte interés es de imprescindible necesidad
alejarse de la ciudad, alegando en favor de esta tesis lo sobado de
los motivos existentes en ella, así como el limitado tema de la
ornamenta.
Sentimos verdaderamente se exteriorice
este concepto exageradamente equivocado, pues hemos de convenir que,
gracias a la inmejorable situación de Barcelona, es uno de los pocos
lugares privilegiados que, con más diversidad y sin grandes
dispendios, permite, en el más breve intervalo de tiempo, cambiar,
continuamente de tema.
En el propio centro de la capital vense
aún, no con la diversidad que fuera de desear, una variedad de
callejones que, por su antigüedad y factura, en nada absolutamente
pueden envidiarse a los de muchos pueblos que gozan fama de antiguos.
!En cuántos de ellos, y con sencillísimas composiciones, podrían
hacerse revivir escenas de una virtud evocadora a nuestra historia el
pasado siglo.!
A pocos minutos, el hoy bien cuidado
Parque de la Ciudadela ofrece, también, algún que otro motivo de
inspiración. A un cuarto de hora en tranvía, los magníficos
jardines de Montjuich brindan interminable gama provechosa cosecha.
Así, también, los parques del Guinardó y de Güell. El istilizado
Cigarra de la Santa, como cosa sublime, propiedad del señor Martí
Codolar, en su famosa Granja Vieja de Horta, donde tan justamente
supo decir el inspirado Maquina:
“Que es mirador de los cielos
el Cigarral de la Santa.”
El neoclásico Laberinto de Alfarrás,
situado, igualmente, en Horta. Ambos negligentemente descuidados a
sabia conciencia, para mejor recordar sus respectivas épocas. El
modernismo exquisito del señor Roig Mallafré, en su “Torre dels
Pardals”, y muchísmos otros particulares.
Con los actuales medios de locomoción,
en una hora escasamente, podemos trasladarnos desde los frondosos
bosques de Vallvidrera y Las Planas, con su popular Rierada, a la
exuberante explanada del Vallés, donde, en todas las temporadas del
año, abundan los motivos para trabajar a gusto. Cuando la primavera,
con su contagiosa alegría, la engalana en su naciente vegetación, o
en verano, con sus dorados trigos, destacando en la inmensidad de un
azul purísimo, o en el matiz verdoso de los montes circundantes; o
cuando más adentrado, con sus gavillas ensartadas en hilos de oro
pacientemente hacinadas por trabajadoras manos. Las batidas con
yeguas, que aun muy cercan se estilan. La vendimia, en toda la
diversidad de su proceso en el principio del otoño, o con sus
nieblas que de su proceso en el principio del otoño, o con sus
nieblas que esfuman el infinito en sus postrimerías, y, por último,
las escarchas plateadas al sol naciente del invierno e incluso la
desnudez característica de los árboles bajo un cielo apoteósico,
son temas de por si suficientes para satisfacer al más exigente.
El “Moll del Peix”, que en alguna
de sus horas tiene toda la variedad emocionadora de aquellos puertos
extranjeros, que tan concienzudamente nos han dado a conocer, con
magnas obras, Mortimer o Max Thoreek.
Las riberas del Besós hasta Mollet,
del Ripoll y del Congost con sus primerizas nieblas bajas y la umbría
de sus salcedas.
Los aficionados a la Arquitectura y
Arqueología, sin alejarse, disponen de un vastísimo campo de
acción. La catedral, San Pablo del Campo, Santa María del Mar,
Nuestra Señora de Belén, la Diputación, San Cugat del Vallés,
varias casas particulares, como la de Dalmases, etc. ¿Y las calles
de nuestro ensanche en horas apropiadas? En la quietud del amanecer o
en las bulliciosas del atardecer, con toda la diversidad de escenas
de importante urbe. ¿Qué es lo que nos han enseñado escenas de
importante urbe. ¿Qué es lo que nos han enseñado entre otros, el
americano Petrocelli y el alemán Angenendt.?
Los tipos clásicos, el vocinglero
vendedor de diarios, el idilio del soldado y la maritornes, las
floristas de las Ramblas, el expendedor de billetes y tantísimos
otros, con la posibilidad de poder aumentar considerablemente un
archivo.
Solamente con el propósito de recordar
hemos citado algunos de los muchos temas y bellos parajes de nuestro
alrededor, en la creencia son de sobras conocidos por la mayoría de
los aficionados, pero no sólo hay que conocer superficialmente su
situación por haber pasado algunos momentos en ellos, sino que, con
la asiduidad de continuadas visitas, sacaremos consecuencias
efectivas y el verdadero conocimiento que cada uno por sí merezca,
teniendo por adelantado la seguridad de que con el trato
encontraremos el amigo.”