Sería bueno
preguntar a los fotógrafos profesionales y aficionados hasta que
punto y de que forma buscan a Dios cada vez que toman una foto.
Sobretodo resultaría clarificador encuestar a esos millones de seres
humanos que a diario hacen clic en la cámara de su teléfono móvil.
Por otra parte me pregunto si en el cielo todavía están tomando
daguerrotipos o se actualizaron a la fotografía digital.
Los fotógrafos no creyentes afrontamos
el acto fotográfico como un acto de amor. A través de la fotografía
buscamos una verdad sin respuesta. Con nuestros disparos tratamos en
vano de disipar nuestras dudas, ahuyentar nuestros miedos y eclipsar
nuestras ansiedades. En vano buscamos un paraíso fotográfico. La
tierra es un avispero de corrupción, desigualdad e injusticia. El
mas allá nos parece más complicado que el papel Fresson o el
Photoshop. Sabemos que el cielo está cuajado de estrellas y que el
daguerrotipo, las placas de vidrio al gelatino-bromuro y las modernas
técnicas digitales han descubierto muchos de sus misterios. Pero ni
como fotógrafo, ni como historiador solo puedo pensar que mis restos
serán devorados por los gusanos y que de mi obra quedará bien poca
cosa.