Dicen que la nostalgia es un error.
Pero equivocarse forma parte de la rutina fotográfica. El error
aflora cada dos por tres. Los recuerdos nos traicionan y el presente
nos asesina. Por eso en ocasiones echo mucho de menos los viejos
tiempos del gelatino-bromuro. En especial hacia 1992. Por entonces
hacía cosas que en estos momentos casi no puedo ni plantearme. La
ciudad de Barcelona era pura efervescencia, todos eramos más jóvenes
y el clan de los Pujol llevaba ya varios años robando.