Pocos trabajos tan agradecidos, y al mismo tiempo mal pagados, como el de regadera. Me pregunté si sus efectos podrían ir más allá de hacer sentir bien a las plantas. Por eso me regalo con frecuencia baños de regadera. Mi cuerpo lo agradece. En especial mis castigados pies, mi sufrida cabeza, mis doloridas rodillas y mi abdomen sobredimensionado.