De vez en cuando sienta muy bien tomar un café con gente de tu generación. Los varones cincuentones estamos en una edad en la que ya no tenemos el atractivo de los hombres maduros. Somos hombres mayores, pero sin el respeto y la dignidad que recibe un anciano. Tan sólo inspiramos lástima y desprecio por una sociedad que nos rechaza como apestados. Pobre de aquel cincuentón que deba afrontar problemas laborales, de pareja o de salud. Sin duda será un apestado y sobre él recaerá la culpa de casi todos sus males.
Uno de los síntomas más evidente de nuestra decrepitud son esas canas y esa calvicie que nos atormenta a casi. todos. Desde luego hay cosas peores. Pero lo más evidente suele ser lo más atormentante. De esta forma llama la atención que entre aquellos caballeros uno de ellos conservase todo su pelo y todo su color. La mayoría de calvorotas canosos le teníamos una sana envidia y una secreta admiración. Parecía más joven, más guapo y más inteligente que todos nosotros. Brindemos por aquellos que hacen un pacto con el diablo y alcanzan la perfecta madurez.