jueves, 25 de marzo de 2010
Moussel
Lo compré por pura nostalgia. Para mi era retroceder a mi lejana infancia, cuarenta años atrás. Por entonces pasaba algunos días del verano con mis tíos y mi primo en Reus. Ellos utilizaban ese gel de baño. Su recuerdo ha sobrevivido y rivaliza con el carrilet de Reus a Salou, las mañanas playeras, la plaza Prim, la Plaza de los Mártires, el cuadro de mi tía, el escritorio de mi tío y los juegos con mi primo. Para mi volver a usarlo fue lo mismo que sintió Marcel Proust con sus madalenas. Realmente tiene que ser un buen producto. Ahora el olor me parece menos intenso. Tal vez lo sea, tal vez mi perdida inocencia hace que en mi memoria se mezclen los recuerdos de otros olores más intensos, más íntimos, más sexuales, más a flor de piel. Lástima que no todo sea tan fácil como coger un gel de la estantería de una tienda. Ahora entiendo mejor la neurótica y criminal obsesión Jean-Baptiste Grenouille protagonista de la novela El perfume de Patrick Süskind