Fotografiando bajo la espada de Damocles
Casi todo parecía encajar. De pronto se abren abismos, caen chuzos de punta, los elogios devienen insultos y los besos se transforman en patadas en la boca. Presientes que acabarás KO, que pronto no serás más que un recuerdo. Y sin embargo, no dejas de fotografiar. Al menos cuando vale la pena. Tomar fotos no te resguarda del peligro. Pero al menos te hace sentir mejor. Y sobretodo te hace olvidar por el instante que dura un clic de la dura realidad que te espera.