Se puede vivir sin fotografía, sin amor y hasta sin sentido común. Pero gracias a la ella disfrutamos de más y mejores recuerdos. Nuestra vida cotidiana se llena de imágenes fotográficas tal vez demasiado previsibles o demasiado trágicas, pero que reflejan un presente aburrido y sangriento. Tal vez no sea mucho lo que ofrezca la fotografía si lo comparamos con un gran amor, un golpe de suerte con la lotería o ese paraíso en el cielo o en la tierra que prometen los iluminados. El sábado pasado visioné en Paula de la Virreina de Barcelonala exposición de
Ryszard Kapuściński. El ocaso del imperio
No dejen de verla. Es un pequeño gran placer.