Si los fotógrafos fuésemos algo
parecido a los dentistas aliviaríamos el dolor y el malestar con cada
fotografía que tomáramos, sacáramos o tirábamos. Los empastes, higienes
dentales y blanqueamientos serían como hacer retoques de laboratorio o
manipulaciones digitales. Cada nuevo implante se podría comparar a un
fotomontaje. El sillón del odontólogo y el asiento del fotógrafo son primos
hermanos. Las facturas de una sesión para un book y una cita para una
ortodoncia hacen crujir el bolsillo. Tras visitarlos se suele salir más o menos
incomodado.