viernes, 15 de enero de 2010

Cincuentones

A propósito de cumplir 50 años. Notas de lectura del libro de Vicente Verdú (1998): Señoras y señores. Impresiones desde los cincuenta. Ed. Espasa.

Entrar en la cincuentena me ha puesto muy cabreado, triste y descolocado. Cada cumpleaños es un drama. Pero no cumplirlos sería sin duda una tragedia.

La obra es reflexiva, irónica, divertida y está muy bien escrita. El dominio del lenguaje es magistral. Trata de temas como: el trance, el primer día, los anuncios, las ropas, la salud, el cuerpo, la cara, los ojos, la templanza, el silencio, el tiempo, la muerte, la culpa, la tregua, señores mayores, señoras y señores, señores y señoritas, señores y seres marcados, señoras y seres humanos, amantes y señoras, la memoria, las otras vidas, el fracaso y el éxito, la ilusión del yo, la fase de acabado, el fin, el padre, etc.
Vicente Verdú, Elche 1942, es un conocido escritor y periodista, colaborador de El País y ensayista. Tiene tres hijos. Es un separado que se busca la vida.

Nunca debí leer este libro. Lo descubrí en la biblioteca Can Fabra de Barcelona. En realidad estaba revisando los libros de la sección de fotografía. Pero hacía mucho calor, un tipo que hablaba por el móvil montó una bronca, y la verdad es que me intereso por otros muchos temas que no sean la fotografía. Por eso también me llevé un libro de poemas de Paul Verlaine y un libro sobre pensamiento científico.

Parece que esto de llegar a la cincuentena es un drama sin remedio. Definitivamente entierras los restos de tu ya lejana juventud y te abocas al precipicio de la tercera edad. Me quejaba, y me quejo, de todo el mal rollo que he tenido a partir de cumplir 40 años. Pero vistas las cosas todo parece indicar que la cincuentena es mucho peor.

Mantengo buenas relaciones con cincuentones y con algunos que lo serán de forma inminente. También soy amigo de varias persona que acaba de cumplir 60 años. Sin embargo, esto de ser definitivamente una persona mayor es algo que me cuesta aceptar. Ni los fármacos antihepertensivos me hacen sentar la cabeza de la excesiva madurez. Pero la historia se acelera y estar al día en tecnología es un esfuerzo agotador y caro. Comprender fenómenos como la inmigración, la globalización, el radicalismo islámico, el integrismo cristiano, el fin del comunismo, los matrimonios gays y tantas otras cosas es algo muy complicado. Es cierto que muchos ancianos están hechos polvo y que con o sin familia pasan sus últimos días más solos que la una y bastante jodidos. Pero me resulta más difícil entender a estos jóvenes llenos de pearcings, tatuajes y artilugios varios, y tomando de todo para aguantar la marcha nocturna.

La verdad es que nunca me he sentido que formaba parte del todo del “equipo social”. Pero ahora me siento totalmente out. Nunca me ha interesado el fútbol, ni otros sacrosantos principios de la sociedad. Pero llega un momento en que el desencanto y el escepticismo hace que ya no crea en nada. No soy anarquista porque no acabo de creer del todo en ellos. Tampoco creo en nadie. Tengo algunas amistades. Pero el tiempo nos derrota; el afecto y la camaradería se transforma muchas veces en compasión y pena.

He dejado de buscar el éxito y el reconocimiento. Sólo deseo sentirme razonablemente bien, y tener algo de dinero y mucho tiempo para hacer cosas que me interesen y para estar con familiares y amigos.