El deseo no distingue de colores, ni de otras muchas cuestiones. Cuando pruebas un plato exótico y agradable no puedes dejar de evocarlo con nostalgia. Si se te atragantó, o ahora resulta inaccesible, acabas muriéndote de tristeza. El bálsamo del tiempo ayuda a mitigar las heridas. Pero el dolor del recuerdo resulta a veces insoportable.