Los instantes eternos no duran más que otros instantes. Y, sin embargo, suelen permanecer en la memoria para siempre. Pueden pasar en un abrir y cerrar de ojos, durante un suspiro o en unos pocos segundos. Normalmente su duración no es mayor que el clic de un obturador fotográfico, de un beso fraternal o de un orgasmo.
Nuestros mejores recuerdos suelen ser también nuestros bienes más preciados, nuestro mejor currículum vitae y nuestro mejor seguro de vida. Quien acumula en su cuenta corriente sentimental toneladas de ternura, kilómetros de amistad, estadios de solidaridad, eternidades de abrazos, océanos de besos e infinidad de sonrisas tiene casi asegurada la inmortalidad dentro y fuera de este mundo por la justicia de los dioses y el eterno agradecimiento de las personas que ha tratado con afecto y cariño.