Me encanta comer pescado. Especialmente el salmón, la dorada, las sardinas, la merluza, la trucha, el lenguado, el rodaballo y el rape. Sin embargo no me gusta demasiado el marisco. La pasión de muchos por las gambas, las ostras, las vieras o el bogavante me parece exagerada. Por otra parte me da una inmensa pena mirar a los ojos de los pescados. Me da la impresión que en su último suspiro captaron la imagen de su asesino. Por eso me gusta tanto esta pintada de peces vivitos y sonrientes.