El hombre es un lobo
para el hombre. Pero también suele ser un fotógrafo implacable para el hombre,
el paisaje y en general para todo bicho viviente, semoviente o de cuerpo
presente. Abruma y atemoriza la voracidad fotográfica de demasiados turistas,
domingueros, fotógrafos profesionales, fotógrafos ocasionales o usuarios de
móviles. Por respeto al medio ambiente y a la superviviencia del ser humano
deberían protocolizarse normativas que limitasen los excesos fotográficos.
Propongo que las compañías de aviación de bajo coste elaboren unos consejos de
moderación fotográfica inspirados en las duras medidas con los equipajes de las
aeronaves. A ver que pasa.