Somos conscientes de su valor. Por eso en vez de abocarlos al contenedor de las basuras abandonamos en sus cercanías objetos de valor práctico, artístico o espiritual. Un viejo abrigo y un cuadro de Jesucristo han gozado de este privilegio. Queda por saber si la prenda confortará a alguien este crudo invierno o si la imagen religiosa alimentará el espíritu de alguna persona desgraciada.