Los fotógrafos somos de los tipos más celosos y envidiosos del planeta. Por sistema envidiamos las cámaras, los ordenadores, y los viajes que se pegan muchos fotógrafos famosos. Deseamos fotografiar a sus modelos, captar sus paisajes y dormir en sus hoteles de lujo. Sus publicaciones y exposiciones nos matan de celos. Sus cuenta corrientes nos suben por las paredes.
Lástima que el día a día de los fotógrafos sea mucho más prosaico y en ocasiones precario. En tiempo de crisis y renovación tecnológica es una profesión amenazada en la que abundan los números rojos y la inseguridad más absoluta.