Las bibliotecas están repletas de lectores de prensa. Suelen ser gente sobrada de tiempo, falta de recursos económicos y buscadora de calor humano y aire acondicionado. Pero hay quien compra el diario y busca la compañía de las palomas de una plaza, los clientes de una cafetería o los usuarios de una biblioteca. Aunque parezca una contradicción tiene grandes ventajas leer en una biblioteca un diario comprado. De esta forma se pueden resolver crucigramas, sodukos, problemas de ajedrez, las siete diferencias o bien subrayar, anotar y recortar a discreción. También se puede, respetando el horario del centro, pasarse todo el tiempo que dispongas. Por otra parte es posible contrastar y ampliar las noticias en otros diarios y publicaciones de la biblioteca y a través de internet por wifi y otras tecnologías.
Tras acabar su lectura un jubilado dobló un ejemplar de La Vanguardia, que había pagado religiosamente a un kioskero que cada vez vende menos prensa, y buscó la puerta de salida pensado en la mañana soleada que le esperaba y la comida recalentada que la había preparado su hija con bastante amor y demasiada prisa. En ese momento sonó la alarma. El fornido vigilante de seguridad le trató como un presunto ladronzuelo. Tras las oportunas comprobaciones llegaron unas disculpas insuficientes.