Para quienes éramos estudiantes en noviembre 1975 la muerte del general Franco nos supuso mucho más que una semana de "vacaciones" obligatorias. Ante todo fue el empezar a respirar con un poco de libertad. Pero lo mas interesante fue la esperanza de que realmente vendrían tiempos mejores. Por entonces no existían Institutos de Bachillerato ni Sant Andreu, ni en Nou barris. De esta forma, todos los futuros bachilleres que estudiábamos en el barrio éramos alumnos de colegios religiosos y academias privadas que en el mejor de los casos tenían que seguir unos planes de estudios inútiles y reaccionarios y en el peor de los casos nos llenaban de fantasmas, complejos y frustraciones.
El curso de 1975-1976 tuvo para nosotros una gran trascendencia. En él pudimos darnos cuenta que las cosas estaban cambiando, las manifestaciones de febrero de 1976, la Apertura, el paulatino regreso de los exiliados...y un largo etc., despertaron en todos nosotros un concienciamiento político-social que anteriormente no existía o se encontraba diluido y confuso.
El acceso a la universidad no representó la culminación del proceso educativo secundario. Por el contrario, era el único lugar donde podíamos acceder. Al haber postergado nuestra integración al mundo del laboral en los inicios de la adolescencia, nos encontrábamos con las puertas del trabajo cerradas.
De este modo, afrontamos unos estudios sabiendo que nuestras familias carecían de los necesarios recursos económicos para costearlas. Lentamente y de mala manera, conseguimos empleo. Así nos transformamos en estudiantes-trabajadores. Más tarde en trabajadores-estudiantes. Y al final en trabajadores que habían dejado de estudiar o bien que habían acabado sus estudios y no podían conseguir otro empleo que el que ya tenían.
De alguna manera la nuestra fue una generación engañada. Los estudiantes de nuestros días saben bien el futuro de paro y subempleo que les espera, en cambio nosotros vivíamos en la esperanza de que una carrera universitaria resolvería nuestro futuro y de que el cambio político daría lugar a una sociedad menos desigual. Hemos tardado algunos años en comprobarlo, pero hoy en día los antiguos estudiantes de 1975 piensan más o menos igual que los de 2010.